Todos saben la historia: Jasón y Medea huyeron a Corinto donde vivieron felices durante siete años. Tuvieron dos hijos. Pero más tarde, Jasón abandona a Medea para casarse con Glauca, hija de Creonte, General de Corinto. Medea, para vengarse, acaba con la vida de Glauca. Esa es la tragedia original de Eurípides representada por primera vez el año 431 a. C.
Inserta en un contexto actual, Medea ya no es la imagen tipo de la tragedia. Sin brujería ni artificios y desmitificando la muerte de sus hijos por despecho y atribuyéndosela al alto mando de Corinto, la Compañía Teatro MiEnfermedad, la coloca en el eslabón contemporáneo de la anti-heroína. La obra habla de un lugar frío y formal; un Chile que es dominado por el poder y la ambición como principales motores de la felicidad, reflejados en el despertar de Medea cuando se exilia de todo el lujo que envolvía su vida aparentemente feliz, pues el amor, en este caso, era un negocio: Jasón, elije su futuro a través de la conveniencia por sobre cualquier vestigio de amor que alguna vez sintió.
Así, vemos a una Medea que no quiere volver al lujo donde se guarda toda la historia entre ella y Jasón, que regresa para terminar lo que empezó en una habitación clandestina de cualquier testigo. Ahí repasa sus últimos recuerdos en la vida, recuerdos que aún la mantienen en pie: el amor su pasado, y la venganza su presente.
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