Cuatro bailarines se lanzan al vacío en un montaje profesional para colorear un lienzo imaginario, siendo ellos los generadores y facilitadores de experiencias estéticas inexplicables verbalmente. La danza transcurre en un escenario vacío, con un fondo blanco, tal como un lienzo, y los bailarines son los colores que llenan el espacio con sus figuras. El mostrario de colores se modifica a cada instante, pues el cambio de vestuario asemeja al cambio de colores que baña el pincel de un pintor.
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