Los nombres de los autos a veces tienen orígenes misteriosos.
Están aquellos que, como Vectra, que usó Opel hace años para uno de sus sedanes, que fue simplemente una creación de un software para que fonéticamente se relacionara con dinamismo.
O están esas designaciones alfanuméricas tan difíciles de recordar como carentes de sentido para el lego, como GS450h de Lexus o el recién presentado Honda WR-V ¿qué significa eso? Por supuesto, también están aquellas que se entregan a una simplicidad insípida como Uno o "3", de Fiat y Mazda.
Y ojo con los que se repiten, porque un S5 no es lo mismo si está firmado por Jac o por Audi.
Sin embargo, los verdaderos problemas empiezan con los modelos bautizados con palabras que pueden ser lindos en algún idioma, pero fatales en otro. Los Nissan Moco, Mazda Laputa y Mitsubishi Pajero ya son leyenda, pero hay muchos más y las culpas no son todas de los japoneses. Ahí está por ejemplo Kia, que en un estallido de originalidad vaquera bautizó Borrego al modelo que acá se conoce como Mohave.
Ojo con el griego
Peor es el caso del Seat Málaga, que desata furias en Grecia, donde "Malaka" es una forma insultante de llamar a los homosexuales (de hecho, esa palabra tampoco suena lindo en Chile).
El Fiat Uno tampoco tiene muy buena prensa en Finlandia, donde se puede traducir como "idiota", mientras el Regatta provoca risas en Suecia, ya que así se denomina a las mujeres infieles.
Si algún lector tiene un Renault Mégane, es aconsejable que no se lo mencione a un japonés, porque no sabrá muy bien si le habla de un auto o de unos lentes.
La otra metida de pata con las nominaciones de los autos tiene que ver con los nombres con sonoridad fea. Así le ocurre a Nissan con su Qashqai, llamado así en honor a una tribu nómada iraní (la causa por la que se escogió esa tribu en particular da para otra historia).
También los fabricantes tienen que tener cuidado con las siglas o las combinaciones de letras y palabras. Ahí está el caso del Kia Sorento VGT, que termina pronunciándose inevitablemente como "vejete". Pero peor es el caso del Ford C-Max, un monovolumen que no se vendió en Chile, pero cuya versión Turbo causaba risas en España: C-Max Turbo. Léalo rápido y sabrá por qué (menos mal que ahora se vende como EcoBoost).
También estaba el Daewoo Espero, que tal como está escrito daba para chistes como "espero que no me deje botado" o "espero que no me lo roben", de modo que los ágiles del marketing lo publicitaron repronunciado como "Éspero" y así se ahorraron las tallas que experimentaron con el Rezzo, que invitaba a la oración para que no se quedara en pana. Después lo cambiaron por Vivant.
Manda el cliente
Algunas veces, los compradores cambiaron el nombre a algún auto. Así ocurrió con el poco afortunado Type 60 o KdfWagen (siglas del lema nazi "Kraft durch Freude", o sea, fuerza por la alegría). Con el tiempo, recibió el más simpático nombre de Escarabajo.
En Chile, el Citroën AX330 tuvo la bendición de ser rebautizado como Citroneta y, por extensión, el nombre 4S de Renault pasó al olvido en favor de Renoleta, más cariñoso.
También están los nombres temáticos, de los que Lamborghini es una de las más destacadas representantes, dado su amor por la tauromaquia. Con cierta frecuencia este campo da para cosas interesantes, como Murciélago, Gallardo o Espada, que después de todo son tan comerciales para un toro como para un auto.
Infortunadamente, en otros casos los resultados son raros, como Islero (que se explica sólo cuando se averigua que fue el toro que mató a Manolete); o bien, ridículos, como Embolado (en honor a los toros a los que les ponen antorchas en los cuernos) y Reventón, otro que mató a un torero.
