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El "27F" desde la ciencia: Los efectos geológicos, biológicos y oceanográficos del megaterremoto que sacudió la zona central

Distintos especialistas, de Chile y el mundo, analizaron las consecuencias que tuvo el terremoto de 8,8° Richter en nuestro país. Estas son tres aproximaciones, desde distintos campos de investigación, al desastre natural que hace diez años se llevó la vida de 521 personas.

10 de Febrero de 2020 | 06:00 | Por Equipo Multimedia, Emol.

  • Cambio en el eje de la Tierra

    Geofísicos de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) calcularon —en sólo días— que el megaterremoto podía haber movido el eje de la Tierra en 8 centímetros. Una noticia que daba vuelta al mundo y que se traducía, en la práctica, a que el día se habría acortado en 1,26 microsegundos. Seis años antes, un desastre natural en Indonesia lo habría reducido en 2,68 microsegundos.

    Para el director del Centro Sismológico Nacional, Sergio Barrientos, "las estimaciones de estos valores de cambio de dirección de eje y velocidad de rotación en la Tierra, asociados a terremotos, son muy pequeños" y no serían medibles aún. Sucede como consecuencia de la redistribución de la masa debido al movimiento de las placas tectónicas".

    "Los grandes terremotos ocurren en fallas donde un bloque se mueve con respecto a otro produciendo redistribución de masa. Por ejemplo, el terremoto del Maule de 2010 tuvo asociados desplazamientos máximos del orden de 20 metros de la Placa de Nazca bajo la Placa Sudamericana, desde la Península de Arauco por el sur, hasta la latitud de la localidad de Pichilemu por el norte", explica el también doctor en Ciencias de la Tierra.

    "Como el terremoto trae consigo una redistribución de masa, para conservar el 'momento angular' es necesario modificar la dirección del eje de la Tierra, así como la velocidad de rotación. Esto se asemeja a la situación de un patinador en el hielo que girar con sus brazos extendidos, y que al pegar los brazos a su cuerpo aumenta su velocidad de giro", compara.

  • En terrenos húmedos: desecamiento y licuefacción

    A cinco días de que sucediera el megaterremoto del 27F, cinco académicos de la Universidad de Concepción se reunieron para observar y medir su impacto desde la desembocadura del río Maule hasta la localidad de Tirúa. Un recorrido en terreno que tuvo entre sus objetos de estudio a los humedales, es decir, los ecosistemas acuáticos que nacen por la sobrecarga de aguas subterráneas y que en Chile comprenden más de 4,5 millones de hectáreas según el Ministerio del Medio Ambiente.

    "Uno de los cambios del tipo geomorfológico que pudimos ver, asociado al alzamiento del relieve, fue el desecamiento de los humedales como el del sector de Tubul Raqui en Arauco. Un fenómeno parte de una dinámica natural, que no tuvo que ver con el relleno o la acción antrópica, sino con la sismicidad de nuestro país. Desde esa perspectiva, al levantarse la costa descendió por su parte la napa freática que es la humedad. Eso hace que se pierda la flora y la fauna, al quedarse sin el ecosistema que le da vida", cuenta una de las integrantes de este equipo, la doctora en Ciencias Ambientales Edilia Jaque Castillo.



    "Otro de los efectos producto del movimiento fue la licuefacción, un fenómeno que ocurre sobretodo en lugares húmedos, en el que se separa lo sólido de lo líquido bajo la superficie. Un riesgo para el sur de Chile, ya que desde Concepción hasta el sur se construye en humedales que se rellenan y los sismos desestabilizan el sustrato sobre el cual están no sólo las viviendas, sino también la vialidad, las redes de agua potable y el alcantarillado", añade la también académica de la Universidad de Concepción.



  • Pérdidas y alteraciones en las islas del Biobío

    En 2011, la Subsecretaría de Pesca licitó un estudio para evaluar las condiciones de las islas Mocha y Santa María, ubicadas respectivamente a 235 y 85 kilómetros del hipocentro. En el informe, que quedó también en manos de la Universidad de Concepción, observó cómo el levantamiento del terreno afectó el paisaje submarino y cuán alterado fue el hábitat para incidir en la abundancia y distribución de las especies, principalmente el loco (Concholepas concholepas).

    Para el oceanógrafo Fabian Tapia, quien se desempeñó como jefe de proyecto, la respuesta es clara: las dos islas vieron disminuidas su hábitat marino y perdieron más de 340 hectáreas en total. Sin embargo, no hubo un “tremendo cambio” en la biodiversidad. “El loco y las lapas no se vieron visiblemente alteradas entre el antes y el después. Lo que sí pasó es que todas las comunidades biológicas que están en la orilla —en la zona que se conoce como intermareal— se vieron visiblemente disminuidas. Entre ellas algunas especies de choritos, picorocos y estrellas de mar, pero se fueron restableciendo con el tiempo”, explica Tapia.

    Según el informe entregado a Subpesca, se detectó un aumento de 103 hectáreas en la línea de costa emergida en la Isla Mocha. Estas fotografías representan un islote ubicado al sur de de esta isla, antes y después del terremoto:



    Estas fotografías representan el extremo sur de la Isla Santa María, las que en base al estudio sumó 241 hectáreas a la línea de costa:

Contenido: José Manuel Vilches, Emol. | Fuentes: Centro Sismológico Nacional, Universidad de Concepción, Subsecretaría de Pesca, NASA, Bloomberg, Diario "La República" y Wikimedia Commons
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