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45 días sin tocar tierra: El drama de una familia chilena varada en pleno mar Caribe por el coronavirus

La pandemia impidió a Marcelo Escalante poder recalar su velero en la isla hondureña de Roatán, donde lleva semanas pidiendo ayuda al consulado nacional en Tegucigalpa. "Estamos sobrepasados", aseguró a Emol.

30 de Abril de 2020 | 15:14 | Por Felipe Vargas Morales, Emol
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Escalante permanece en un velero de 48 metros cuadrados junto a su mujer, su hijo y dos guatemaltecos.

Emol.
"El confinamiento arriba de un barco es terrible, ya no sé si voy a estar cuerdo en un par de días más", dice Marcelo Escalante García, ciudadano chileno-español que lleva 45 días encerrado junto a su familia en un velero frente a la costa de la isla Roatán en Honduras, a la espera de que las autoridades locales le permitan tocar tierra.

Y es que el cierre de fronteras decretado en ese país centroamericano, debido a la pandemia del coronavirus, truncó su plan de viaje, el cual inició el 7 de marzo en Guatemala y que pretendía culminar en la Región de Magallanes, precisamente en Puerto Williams, donde buscaba establecerse junto a su esposa e hijo.

Una vez que llegó a la costa hondureña -según su relato- la guardia costera no le permitió recalar para abastecerse de víveres, quedando a la deriva y contando solo con la ayuda humanitaria del capitán de puerto, quien los ha ayudado durante estas semanas con alimentos y tarjetas de prepago para comunicarse por teléfono y pedir auxilio.

En ese periodo, Escalante dice que ha clamado por apoyo en el consulado de Chile en Tegucigalpa, pero asegura que no ha obtenido respuesta. Lo mismo le ha ocurrido con los diplomáticos de España, país que le otorgó la ciudadanía luego de vivir allá por 15 años. En conversación con Emol, nos relató su historia.

"Nos tienen aquí abandonados a la buena voluntad de la capitanía de puerto, que han sido los únicos que se han preocupado por nosotros. Hablé con el cónsul español y me dice que nos repatria, pero tenemos que dejar el barco botado y eso no lo podemos hacer, es todo el capital que tengo, el sacrificio de toda una vida", dice.

Asimismo, asegura que "he hablado con la cónsul chilena en Tegucigalpa y su secretaria me ha contestado que tengo que seguir los canales regulares. O sea, no somos prioridad para nadie, somos un trozo de carne a la deriva de todo el mundo, el llamado que hago es que se pongan la mano en el corazón".

"Nos tienen aquí abandonados a la buena voluntad de la capitanía de puerto, que han sido los únicos que se han preocupado por nosotros"

Marcelo Escalante, chileno varado
"Estamos sobrepasados, tengo gente bajo mi responsabilidad, dos chicos que vienen de Guatemala también. Estoy con la cabeza hecha un lío esperando que algún cónsul, vicecónsul o alguien dé alguna solución o nos da algún tipo de ayuda (…) necesitamos lo básico que es poder caminar y ayuda para poder comer", recalcó.

También subraya que "llevamos 45 días sin poder tocar tierra, sin poder hablar nada más que con el capitán que viene. Es una situación que ya nos sobrepasó, somos cinco personas, mi señora, mi hijo de 21 años y dos chicos guatemaltecos que querían cambiar de vida y una gata, pero ha sido una pesadilla".

"La tarjeta de crédito se me agotó hace más de una semana y hemos estado comiendo gracias a la ayuda humanitaria que nos está dando la capitanía. Tenía presupuesto para cuarenta días y tardaba 26 en llegar a Magallanes, aquí el agua la cobran a precio de oro. En ninguna parte te dejan tocar tierra, está todo cerrado", lamenta.

Bitácora de viaje

La historia de Escalante comienza hace más de un año, cuando junto a su mujer deciden dejar España para iniciar una nueva vida. "Yo llegué hace muchos años a Asturias, de ahí viví en Ibiza, Zaragoza, Ciudad Real, Mallorca. Nosotros trabajamos en hotelería, teníamos nuestro negocio y las cosas no iban bien económicamente", dice.

"Entonces, tomamos la decisión de comprar un barquito y cambiar un poco de vida. Conseguimos un velero en Guatemala, viajamos y lo compramos. Estuvimos seis meses allá y luego la idea era llegar a Chile, para hacer charters hasta las islas Santa Ana y Santa Magdalena que no es para hacerse rico pero reporta un dinero que permite sobrevivir", indicó.

El viaje comenzó el 7 de marzo. "Salimos de Río Dulce en Guatemala y zarpamos el 10 con destino a San Blas, Panamá. Luego tratamos de abastecernos en La Ceiba, Honduras y la guardia costera nos echó, nos dijeron que estaban en estado de emergencia, así que pedimos permiso para dormir en el malecón", relata.

"Ahí nos autorizaron, pero las rachas de viento nos hicieron encallar. Pedimos auxilio, pero lo único que escuchamos fue que era mucho trabajo, lanzamos paracaídas, bengalas y la guardia costera apareció a las 4 de la mañana, nos desatascaron y nos echaron a la mar con daños en el timón y parte de la quilla", recordó.

El chileno-español lamenta que "el viaje se vio truncado por la pandemia, porque no hay entrada por ninguna parte, donde vayas te recibe la guardia costera con fusiles. No es broma, hay más gente en las mismas condiciones, pero nadie hace eco de los que estamos en el mar".

"Lo único que pido es poder retornar con mi barco a algún puerto, la solución que me dan es ser repatriado y eso significa dejar el velero abandonado que es mi único capital que tengo y la situación está difícil en todas partes del mundo", dice, junto con destacar que tiene familia en nuestro país que también está abogando por ellos.
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