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¿Cómo recuperar la paz?: Actores de la sociedad entregan sus "mínimos" para destrabar la crisis que atraviesa el país

Tras cinco días de masivas movilizaciones en todo el país, el Presidente Piñera anunció anoche un paquete de medidas que, según su interpretación, apuntan a las bases del malestar de un movimiento que no tiene voceros. ¿Cuáles son los cambios que pide Chile?

23 de Octubre de 2019 | 13:14 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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Aton
SANTIAGO.- En algunos sentidos, las imágenes que muestra la televisión desde la semana pasada no son tan distintas a las de otros años: grandes aglomeraciones de personas avanzando por las principales avenidas de la ciudad, portando carteles, gritando consignas. También barricadas, también disturbios. También cierta represión policial. Pero hay algo que antes —en 2006, 2011 y todos los otros momentos de movilización nacional— sí estuvo, y que hoy ya no está más.

El de 2019 es un movimiento sin voceros. No se le puede atribuir a alguien el liderazgo y nadie ha transmitido oficialmente un petitorio. Es un movimiento que, comienzan a elaborar los analistas, nació simplemente de la rabia, la angustia y el cansancio. Es, en cierta medida, un movimiento espontáneo, y esta característica, plantean algunos, ha sido un obstáculo para que la solución se vislumbre.

"Hemos recibido el mensaje y daremos soluciones", dijo el lunes el senador RN, Andrés Allamand, en su cuenta de Twitter. Entre todas las respuestas que recibió, alguien le preguntaba: "¿Cuál es el mensaje? ¿Puedes decirlo, por favor? Porque desde el Gobierno y el Ministerio del Interior parece que no lo han entendido".

"El mensaje", en efecto, no ha sido emitido de forma oficial, aunque la dimensión del conflicto tiene su propia forma de comunicarse: a pesar de que las movilizaciones comenzaron ante el aumento de $30 del pasaje del Metro de Santiago, el malestar repercutió en todas las regiones del país y los propios carteles usados en manifestaciones hacen referencia a muchos otros tópicos: pensiones, salud, educación.

La noche del martes, tras cinco días de masivas movilizaciones en Estado de Emergencia, el Presidente Piñera se dirigió al país con lo que ha sido calificado como un "cambio de tono": "Es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos Gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud. Reconozco y pido perdón por esta falta de visión", dijo.

En seguida, presentó un paquete de medidas que incluyeron un aumento del 20% a la pensión solidaria, un incremento en el ingreso mínimo garantizado, un impuesto para quienes perciben rentas superiores a $8 millones y medidas en salud. Se trata de una "Agenda Social" construida con el aporte de otros poderes del Estado y de sectores de la oposición. Apunta, dijo, a mejorar la "calidad de vida" y sería, según la interpretación de su administración, una respuesta a las demandas planteadas por la ciudadanía.

¿Cuáles son las exigencias que la ciudadanía ha instalado como demandas? ¿Cuál es el malestar que alimenta la crisis? ¿Cómo se puede salir de ella? Aunque son preguntas que no tienen respuesta inequívoca, aquí seis actores de la sociedad —un columnista de opinión, una cientista política, un concejal, una dueña de casa, una egresada de Derecho y la directora de una ONG— intentan descifrarlas.

El diagnóstico


"La consigna que he visto repetirse una y otra vez en la calle dice 'no son 30 pesos, son 30 años'", dice a Emol la egresada de Derecho, Macarena Vial. "Los estallidos sociales de la última semana nacen de un descontento y una ira que llevan 30 años gestándose, 30 años de indolencia de una clase política total y absolutamente desconectada de la realidad".

"La precarización de la vida y lo profunda de la brecha social han creado un sentimiento de injusticia en muchas personas, y cuando el gobierno de turno encima pareciera burlarse de la dificultades que vive la gente, las protestas son lo primero que puede esperarse", opina Vial, quien ha participado de los cacerolazos y de las discusiones en Twitter, donde sus opiniones suelen ser ampliamente difundidas. No tiene ningún cargo, pero la siguen más de 5 mil personas.

A su juicio, son muchos los episodios que alimentaron ese malestar. "Cuando se oponen a reducir la jornada laboral para mejorar la calidad de vida de personas que se demoran dos horas en llegar a sus trabajos, pero luego les dicen que se levanten más temprano para no sufrir el alza del costo del pasaje, es inevitable sentir que se están burlando", ejemplifica. "Y cuando la primera respuesta al descontento saliendo a las calles es una de represión y brutalidad, esta burla se empieza a sentir como total desprecio".

"Cuando se oponen a reducir la jornada laboral para mejorar la calidad de vida de personas que se demoran dos horas en llegar a sus trabajos, pero luego les dicen que se levanten más temprano para no sufrir el alza del costo del pasaje, es inevitable sentir que se están burlando"

Macarena Vial
Su diagnóstico es similar al que explica el concejal por Providencia, Tomás Echiburú (RD). "Cuando la clase política dice 'no lo vimos venir', claramente es una representación del problema en el que estamos. La gente que siente que hay una serie de abusos a los que se ven expuestos y que además no son penados por la ley", plantea.

"Se colude el confort y hay pequeñas multas, se coluden las grandes empresas y terminan en clases de ética, tienes un ministro que dice que se levanten más temprano si quieren ahorrar, después otro que te dice: si está caro el pan, compren flores. Es tal el nivel de reírse en la cara de la gente cuando ese malestar va creciendo, que llegó un punto en que esto ya explotó", dice.

Para la cientista política y académica de la U. de Valparaíso, Javiera Arce, el génesis está en un "desprecio a la política que se sostuvo durante los últimos 30 años". "La política le fue entregada en bandeja a grupos de tecnócratas que buscaron acomodar el sistema económico y las demandas sociales, y fue así como se generaron respuestas neoliberales a problemas sociales", expone.

Lo que Arce enumera son situaciones que muchos mencionan: la educación, la salud, las carreteras, la privatización de la luz y el agua, la "justicia para unos y no para todos", las AFP, las pensiones, el alza del transporte. "Pero esto se veía venir. La OCDE, el PNUD y la Cepal han advertido sistemáticamente durante décadas sobre las injusticias de la sociedad chilena, y nadie les hizo caso", comenta.

El tono del Presidente


A juicio de la directora ejecutiva de la Fundación Ciudadanía Inteligente, Renata Ávila, la crisis es el resultado de una "seria negligencia no solo del Gobierno, sino de toda la clase política del país", aunque apunta responsabilidad de esta administración en lo que respecta al manejo del estallido social. "No veo en ninguna parte el respeto a la dignidad de las personas", comenta.

"Se nos ha tratado con una total falta de respeto y de confianza. Tenernos encerrados en nuestras casas, limitados en lo que podemos hacer y bajo control militar, manda un mensaje muy duro a la población. Que ayer el general a cargo revictimizara a los muertos en los incendios me llevó al pasado, donde se decía: se murió porque algo malo andaba haciendo. Eso es un discurso de irrespeto a la dignidad humana y a las familias que perdieron a un ser querido, y es un retroceso serio que se debe revertir de inmediato", añade.

Es, para Nora Durán —contadora pública que dejó de ejercer hace treinta años, cuando decidió dedicarse al cuidado de sus tres hijos— algo que "iba a explotar en cualquier momento". Su diagnóstico ante el malestar está en sintonía con los demás, pero cree que adicionalmente esta crisis se vio agravada por un factor aportado por el Gobierno. Le duele particularmente porque ella le dio su voto.

"Esto se tomó como un acto de delincuencia", plantea. "Acusar al pueblo de vandalismo ha sido el error más grosero que ha cometido el Gobierno. No puedo entender que el discurso entre el primer día y anoche sea exactamente el mismo, que no haya avanzado nada y que el problema siga siendo 'el vandalismo'. No es vandalismo: es la respuesta de un pueblo oprimido que no tiene otra manera de hacerse escuchar".

Durán cuenta algo que vio en la televisión: "A un hombre que estaba limpiando le preguntaron por qué lo hacía, y él dijo: 'si nosotros lo hicimos, nosotros tenemos que limpiarlo'. Me impactó mucho la valentía de decir en televisión abierta que él también participó de eso, porque la mayoría diría que fueron otros y no ellos", dice.

Lo aclara: no justifica la violencia, pero intenta entenderla como un fenómeno que está ocurriendo. "Para mí es la respuesta de un grupo extremo que está marginado de la sociedad, y en su ataque quisieron ser escuchados. ¿Cuál es la manera de que los escuchen, si nunca lo han hecho? Las autoridades parecen estar dándoles la razón, porque ahora todos están hablando del problema", opina. Por eso le parece simplista que sea leído principalmente como vandalismo y que no se analice debajo un profundo malestar.

De "vándalos" y militares


Durán tenía un anhelo que le parecía tan poco probable que incluso lo calificaba de "quimera": que el Presidente tuviera "la humildad de pararse en cadena nacional y pedir perdón", algo que finalmente hizo la noche del martes. Pero presenta una consideración: "Ese perdón no puede ser solo un gesto, sino que tiene que estar consciente de que escuchó tarde, de que se desconectó de la gente y no solo de la extrema pobreza, sino que de la clase media también", dice.

La misma opinión comparte Echiburú, quien considera que las disculpas eran un piso mínimo que se debe transformar en acciones. "Yo espero de verdad que den señales de arrepentimiento y que se den cuenta, y que de una vez por todas saquen a los militares de la calle y terminen con los toques de queda", agrega el concejal. "No puede ser que veamos tanquetas reprimiendo manifestaciones pacíficas, y que los saqueos sigan ocurriendo en la periferia, donde no están los militares".

"Si necesitamos controlar los desmanes y saqueos en aquellas zonas donde eso está ocurriendo, tal vez habrá que tomar esas medidas, pero eso no justifica tener a toda la ciudad en un toque de queda donde se han visto maltratos a personas que están simplemente queriendo volver a sus casas con un sistema de transporte que apenas funciona al 30%", apunta.

"Se nos ha tratado con una total falta de respeto y de confianza.Tenernos encerrados en nuestras casas, limitados en lo que podemos hacer y bajo control militar, manda un mensaje muy duro a la población"

Renata Ávila
La aproximación militar del conflicto ha sido defendida por la administración de Piñera. El mismo Presidente calificó la situación como una "guerra contra un enemigo poderoso", algo que fue respaldado por el ministro del Interior, Andrés Chadwick. El Gobierno, aseguró el lunes, busca "combatir" con "decisión" el "vandalismo".

El rector de la U. Diego Portales y columnista de El Mercurio, Carlos Peña, también ha respaldado la presencia de efectivos. "En primer lugar, el Gobierno tiene que esforzarse por restituir el orden público", señaló en entrevista con Tele13. A su juicio, "la sociedad no es un sistema de interacciones espontáneas, puramente voluntaria, movida por el buenismo que inunda el alma de tanta gente".

"La sociedad es un complejo sistema de reglas, las que inevitablemente hay que imponer (ante) la amenaza actual o eventual de la coacción que monopolizan los órganos legítimos del Estado. Esta es la condición misma de la vida social y el principal objetivo que el Gobierno debe emprender en este momento", opina.

Desde Ciudadanía Inteligente, consideran que retirar al Ejército de las calles es imprescindible, pero que "no basta" con esa medida. "Eso es lo primero, pero lo segundo es entender el impacto. Hemos sufrido un trauma estos días y no puede haber un restablecimiento del orden, ni podemos darle vuelta a la página y entrar a una normalidad, si no entendemos cómo hemos sido violentados", plantea.

"Yo propondría una comisión independiente de juristas, médicos, psicólogos y sociólogos que puedan medir cómo esto impactó a las distintas capas de la sociedad: qué cosas rompió, qué confianzas destruyó, qué potenciales abusos de las autoridades competentes se dieron y que luego presente un informe completo de lo que pasó en estos días", detalla. Se trataría de una "mini comisión de verdad", algo que también han propuesto diputados como Manuel Monsalve (PS).

El INDH ya ha presentado 20 querellas por situaciones ocurridas durante el Estado de Excepción, incluida una que involucra un eventual centro de retención en Metro Baquedano, la que ya busca esclarecer la PDI y el Ministerio Público.

El dilema de la inmediatez


Otro punto de debate es la rapidez con la que deben y pueden responder las autoridades. En su discurso, el Presidente dio carácter de "urgente" a la Agenda Social, y anunció mesas de trabajo para "perfeccionar y acelerar las distintas iniciativas".

Carlos Peña opina que las autoridades deberían "evitar la tentación de la premura, que podría conducirlos a abandonar el proceso democrático". "Los problemas de la sociedad, como los que estamos viviendo en Chile, se discuten, deliberan y deciden en el Congreso Nacional", aclara.

"No nos vaya a ocurrir de pronto que, con la premura de los gritos, el miedo a la violencia, la incertidumbre que esto causa y la desazón intelectual que esto produce, empecemos en cosa de uno o dos días a adoptar acuerdos para modificar esto o aquello sin la suficiente deliberación", agrega.

Para Echiburú, es importante que exista reflexión pero también medidas inmediatas que den una señal de preocupación. "Muchos compartimos una sensación de harta angustia, porque no se ve que haya una solución muy inmediata y tal vez está bien que así sea", dice.

"Creo que sí hay que tomar medidas en el corto plazo que den una clara señal de que hay un compromiso por hacerse cargo de estas demandas", dice. Una de ellas: lograr una rebaja de la dieta parlamentaria, que la Cámara ya discute y el Presidente mencionó en su discurso.

Al mismo tiempo, considera, se debe comprometer una agenda de mediano a largo plazo para "solucionar los temas de fondo". "Necesitamos avanzar hacia un pacto social que integre en la mesa a los actores sociales, porque la clase política ha perdido toda la legitimidad para conducir ese descontento", comenta. A su juicio, si no se toman esas medidas, puede volver a generarse un estallido en los años sucesivos.

Para Vial, en tanto, "solo un cambio de actitud radical podría calmar las aguas". "Solo una humildad genuina y medidas que vayan al fondo del descontento, que muestren intenciones reales de mejorar los sueldos, mejorar las pensiones y bajar el costo de la vida, tendrán un impacto en la rabia de la ciudadanía. Con más represión y discursos vacíos, esto tiene para largo", asegura.

Sobre las medidas dadas a conocer el martes en la noche, Vial opina que aunque "anunció cosas y suenan bonitas después de una semana de hablar de guerra y enemigos", "el sistema político-económico que nos trajo a este punto sigue siendo exactamente el mismo".

Una historia de malestar


¿Cuáles son esas "medidas de fondo"? Desde Chillán, Durán las presenta con su propio ejemplo. "Soy una ciudadana de clase media que está ahogada. Todos los días como familia nos sacamos la mugre para cumplir, y aunque tenemos un buen trabajo no llegamos a final de mes y tenemos que endeudarnos, y todos los meses vamos teniendo que endeudarnos y al final nunca respiramos. Vemos lejana la idea incluso de tomarnos un fin de semana para salir y pasear", cuenta.

"La educación es carísima, los remedios son carísimos, los médicos son carísimos. Qué sacamos con estar en una isapre, a la que le pagamos tanto, si en Chillán hay médicos que no tienen convenio con las isapres y tenemos que pagar todo particular, y después nos devuelven una miseria. Bajo estos parámetros, entonces eso también me parece que es vandalismo", dice.

"¡Cuántos años mi marido ha aportado a los fondos de pensión para tener una pensión de mierda! Llega a dar miedo saber que en un par de años más vamos a dejar de percibir un sueldo y que la vida nos va a cambiar drásticamente. Es un temor diario y uno no puede desconectarse de que va para allá, de que no vas a tener ni plata para remedios", comenta.

"¡Cuántos años mi marido ha aportado a los fondos de pensión para tener una pensión de mierda! Llega a dar miedo saber que en un par de años más vamos a dejar de percibir un sueldo y que la vida nos va a cambiar drásticamente. Es un temor diario y uno no puede desconectarse de que va para allá"

Nora Durán
Plantea, también, que hay algo que siempre le ha parecido una injusticia. "¿Cómo es posible que las mamás que estamos en la casa criando a nuestros hijos —que después van a ser los hombres y mujeres que se hagan cargo de alguna forma del país— , que nos sacamos la cresta, que algunas somos profesionales y dejamos de serlo para dar lo mejor de nosotras en la crianza, no recibamos ni un peso, ni tampoco vayamos a tener jubilación? ¡Qué frustración más grande!", enfatiza.

Por eso, para ella, se necesita que las autoridades que deciden tengan otro perfil. "Necesitamos gente inteligente, pero que también sea bondadosa y noble, porque el país tiene los recursos. Para salir de este problema no es suficiente solo una ley, sino también que las personas que están a cargo de legislar tengan un acto de nobleza y dejen de percibir para sí y sus benefactores, en pos de que se arregle la pobreza en la cual está sumida el otro Chile", dice. "Si sigue habiendo dos Chiles, uno de ricos y otro de pobres, ¿entonces cuál es la solución? ¿Elegir dos presidentes?", se pregunta.

"¿Cómo poder encarnar, en el grupo de personas que elijamos, personajes que sean generosos y que no hagan las cosas para sí mismos, que es lo que han hecho? Cuando nos anunciaron que la alegría venía, todos creímos que venía, todos nos alegramos, y la alegría llegó, pero solo para ellos. Esto no es un problema de derecha o de izquierda, es un problema de poder", afirma.

"Una sociedad distinta"


Más allá del ejemplo, Durán tiene sus propias exigencias: que se rebajen los sueldos de los cargos públicos y que se trabaje en que ningún pensionado reciba un monto menor al sueldo mínimo. "Si en este minuto se limitan las utilidades de las AFP para que la forma en como trabajan nuestra plata nos beneficie a nosotros y no a los dueños, eso sería un gesto y una tremenda ayuda", acota.

También modificar la jornada laboral. "El trabajo no puede pasar a ser lo más importante de un ser humano y que te ocupe el máximo de tu tiempo. Hoy en día hay gente que se desvive trabajando, que transita dos o tres horas para llegar y para irse, que está todo el día allá y que cuando llega, con suerte alcanza a darle un beso a sus hijos y se queda dormido, y vive para eso. Eso es indigno", opina.

En su cuenta de Twitter, el doctor en Filosofía Política y académico de la Facultad de Gobierno de la U. Adolfo Ibáñez, Cristóbal Bellolio, compartió una medición de Ipsos que cifra como principal causa de las movilizaciones el cansancio ante "el costo de la vida" (67%), versus resentimiento con la clase política (16%), e influencia de la violencia y vandalismo (10%).

"Por la naturaleza de este movimiento —inorgánico, espontáneo y sin interlocutores— ha sido difícil decodificar la demanda. Algunos sostienen que se trata de un cambio radical de 'modelo', pero lo que tenemos acá confirma una tesis menos sofisticada: el común denominador es el alza en el costo de la vida", dijo.

Para calmar ese malestar que explotó en las calles del país y que califica como una "crisis de características inconmensurables", Arce propone "partir por amplios acuerdos políticos" que incluyan a los movimientos sociales, dado que los partidos hoy "no tienen raíces sociales". Es, en el fondo, "ampliar la mesa de negociación".

También habla de "avanzar hacia una agenda corta de redistribución, en que efectivamente se pueda aprobar la reducción de la jornada de trabajo a 40 horas". En paralelo, habla de un "gabinete de transición", algo que se ha instalado en el debate pero a lo que el Presidente no ha hecho referencia: "Todos los ministros tienen que renunciar. La falta de ética y empatía por parte de los ministros de Gobierno es en parte lo que detonó la crisis", dice.

Por último, considera que se debe llegar a una nueva Constitución. En lo personal, es partidaria de una Asamblea Constituyente. "La Constitución de Jaime Guzmán no da para más. No se puede avanzar en un nuevo pacto social sin una nueva carta fundamental que permita rediseñar las nuevas condiciones y una sociedad más igualitaria. Si no se construye una nueva institucionalidad, es imposible que podamos avanzar hacia una sociedad distinta", concluye.
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