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2018: ¿Cómo cambiaron los límites entre la seducción y el acoso?

Después del año de los movimientos contra el abuso sexual, lo que antes se consideraba aceptable hoy es condenado. Las relaciones interpersonales también están bajo la lupa y los expertos afirman que se debe a la imposibilidad de “protocolizar la seducción”: alguien puede tolerar lo que otros consideran una vulneración.

12 de Enero de 2018 | 07:11 | Por Consuelo Ferrer Durán, Emol
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SANTIAGO.- El 2017, en materia de abuso sexual, fue el año que lo cambió todo. El tema, presente en la historia hace siglos, salió con fuerza al debate después de las denuncias en contra del reconocido productor de Hollywood, Harvey Weinstein, que gatillaron una ola de testimonios que se tomó todas las conversaciones.

Las historias fueron expuestas en redes sociales con el hashtag #MeToo por primera vez el 15 de octubre, alcanzando más de 200 casos sólo el primer día. En diciembre, las mujeres que rompieron el silencio, entre ellas la actriz Ashley Judd, fueron elegidas por la revista Time como la persona del año.

Pronto los relatos dejaron de pertenecer a actrices de California, cantantes o políticas, y las situaciones denunciadas no necesariamente fueron provocadas por personas que ostentaran poder. Los testimonios incluían abusos de personas cercanas, amigos, incluso parejas.

“Hay que dejar de pensar que estas temáticas son cosas externas a nosotros y que uno comenta a partir de lo que pasa en Hollywood. Es algo que hay que acercar al día a día, porque ahí es donde sucede”, dice a Emol la periodista Arelis Uribe, autora de “Quiltras” y “Que explote todo”, dos libros con enfoque feminista que batieron todos los récords de venta para una editorial independiente.

El abuso entre pares


En los relatos, a menudo, estaba presente el factor del alcohol o las drogas: una de las personas, con la voluntad mermada, se había involucrado con otra que no lo estaba, sintiéndose posteriormente ultrajada.

Uribe cuenta que hace poco le tocó vivirlo en una fiesta, donde tuvo que intervenir para que alguien no le diera un beso a otra persona, que estaba inconsciente. “Esa persona no puede decidir por sí misma si quiere o no participar de esa relación”, explica, y cuenta que todos los presentes estuvieron de acuerdo con ella.

Esa es la defensa importante hoy día, el sano derecho de las mujeres a incomodarnos y verbalizar esa incomodidad

Isabel Plant
Pero hace dos años, piensa, la situación podría haber pasado desapercibida. Quizás ella tampoco hubiera intercedido.

“Pero estamos en un contexto en el que nos estamos preguntando cuáles son los nuevos límites que vamos a establecer. Es una conversación que estamos teniendo en conjunto y lo que decante de ahí va a establecer los límites de mañana”, agrega.

En el ejemplo que cuenta, es relativamente simple distinguir que hay una vulneración del otro. “El abuso tiene un límite súper establecido, que es cuando traspasas la voluntad del otro”, explica, y advierte que hay otro terreno donde existen más zonas grises, que dependen de las experiencias personales y las características individuales: el acoso.

¿Coqueteo o acoso?


En una escena de la serie de la cadena Showtime, “The Affair”, un grupo de hombres y mujeres discuten sobre el consentimiento en las relaciones amorosas. Uno de ellos dice sentirse “aterrado de tocar a una mujer en una fiesta, en especial si ha bebido”.

"Si me la llevo a casa, pero al otro día no le digo que la amo o que quiero casarme con ella, puede literalmente llevarme a juicio", afirma el personaje. Sus aprensiones no están lejos de las que experimentan hoy en día las personas en las dinámicas tradicionales de seducción.

Fue precisamente una de las banderas que levantó el movimiento francés formado por un centenar de artistas e intelectuales encabezadas por Catherine Deneuve, que afirma que “los hombres están siendo tratados injustamente y deberían ser libres de intentar conquistar mujeres”.

"La violación es un crimen, pero el flirteo insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad una agresión machista", exponen en su manifiesto.

Para la psicóloga Constanza Michelson, existe un temor generalizado de exponerse a un juicio público, que se ha enfrentado con la protocolarización de los procesos. “Pretender que se protocolice todo el intercambio humano es muy grave, en la seducción no hay un protocolo”, explica.

“Puede ocurrir que haya una insistencia, cosas que son torpes o agresivas incluso. Uno podrá acusar a esa persona de desubicada, pero no hay que confundir: eso no es un delito. No podemos criminalizar todas las conductas, porque si a todo lo llamamos abuso, se banaliza el abuso”, afirma.

En las dinámicas de coqueteo entre dos personas que empiezan a conocerse, el espacio para las actitudes que puedan incomodar al otro es amplio, pero para Michelson son propias del proceso natural de establecer una relación amorosa, y el matiz está entregado por el rechazo a ciertos avances y por entender que “las mujeres no pueden llegar y tomarse, porque no son un bien público”.

“Si no te tratan de dar un beso, ¿cómo se da el beso? ¿Se conversa primero? Nunca ha funcionado así, porque mataríamos todo el erotismo. ¿Es muy grave que, en una fiesta, alguien con quien has estado conversando te trate de dar un beso? No es grave en la medida en que tú lo rechaces y esa persona se detenga, mientras no haya una relación de poder, mientras esté contextualizado y puedas decir que no”, explica.

Las formas de consentimiento


Para la periodista y autora de “Mujeres Bacanas”, Isabel Plant, la multiplicidad de aproximaciones a la problemática tiene un punto en común: “Hay consenso en que no se toleran los acosos, abusos y violaciones. Hay una línea que es clara y que es, por supuesto, el consentimiento”, expone.

Para Plant, toda relación romántica, sexual o de coquetería siempre debe ser consensual, aunque a veces no se exprese de manera explícita. “Si estás en una fiesta y corres la cara, por supuesto que quiere decir que te sientes incómoda. Esa es la defensa importante hoy día: el sano derecho de las mujeres a incomodarnos y verbalizar esa incomodidad”, agrega.

¿Es muy grave que, en una fiesta, alguien con quien has estado conversando te trate de dar un beso? No es grave en la medida en que tú lo rechaces y esa persona se detenga

Constanza Michelson
Sin embargo, admite que los límites de lo aceptable varían dependiendo de cada persona. “No es una línea estática y se mueve caso a caso. Lo importante es que exista ese punto en el que alguien pueda decir: hasta acá me interesa, no quiero seguir con esto”, complementa.

Para Arelis Uribe, los límites también son difíciles de establecer con total certeza. “El consentimiento tiene que ver con qué es lo que quiero, deseo, tolero y acepto, y eso también depende de las experiencias personales, del estado de ánimo que tengas ese día, de si estás ebria o no”, cuenta.

Y menciona otro factor: el hecho de que la cultura chilena enseñe a los niños que cuando una mujer dice que no, en realidad quiere decir que sí.

“Existe en el inconsciente colectivo la idea de que lo que hay que hacer es insistir hasta que ‘te den la pasada’. Está establecido, naturalizado y en el margen de lo aceptable, por eso hay mucha gente que acosa y no sabe que está acosando, o que es acosada y tampoco se da cuenta”, agrega.

Cinco ramos de flores


En su libro “Volver al mercado: El desamor después de los 30”, el periodista Ignacio Bazán cuenta su propia experiencia: buscar pareja después de terminar una relación larga, y encontrarse con que las dinámicas cambiaron y que las mujeres, en menos de diez años, evolucionaron en su manera de relacionarse.

“No existe consenso en cuanto a qué es lo que constituye acoso o abuso: lo que para una mujer puede ser simple coquetería, para otra puede ser abuso”, afirma el periodista, mientras cuenta que ha visto cosas que califica como “inaceptables”.

“Es grave cuando en una fiesta un tipo curado acosa a una mujer, le da un abrazo del oso o la insulta porque no quiere bailar con él. La gente debe tener el derecho a decir que no”, cuenta.

Hay mucha gente que acosa y no sabe que está acosando, o que es acosada y tampoco se da cuenta

Arelis Uribe
Dice, en cambio, que el hecho de hacer un avance con alguien quizás desconocido no es necesariamente algo reprochable. “Si se hace dentro de un marco de respeto, no hay nada malo en invitar a alguien a salir, o decirle que es bonita, sin que necesariamente haya reciprocidad”, cuenta.

Dentro de esos difusos límites, subjetivos y diferentes para cada persona, Bazán estima una proporción. “Me parece que mandarle cinco veces flores a una mujer, si ella ha dicho las cinco veces que no, está en el ámbito de lo que se puede denominar acoso”, dice.

“Pero mandar dos, y si las dos veces te dicen que no, no me parece tan grave. El tipo rebotó dos veces, es señal suficiente para darse cuenta de que hay que dar vuelta la página”, afirma.

La clave parece estar en saber cuándo es el momento de dejar de insistir.
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